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Fallece Mariano Antolín Rato, el último ícono de la era 'beat' | Cultura | EL PAÍS

En la madrugada del pasado jueves, en su hogar de la granadina localidad de Motril, María de Calonje halló en el suelo de la alcoba el cuerpo sin vida de su compañero de vida, Mariano Antolín Rato, de 83 años. Este falleció de manera repentina a causa de un infarto fulminante.

Mariano tenía entre manos una nueva novela, hablábamos con frecuencia por teléfono y cuando venía a Madrid, generalmente a resolver asuntos editoriales, solíamos almorzar en el templo del jazz, el Café Central, lugar que le gustaba, pese a su predilección por el rock and roll. En alguna ocasión se quedó a dormir en mi casa, sin molestar, haciendo su vida.

Nuestra amistad arranca hace más de 20 años, cuando yo preparaba la biografía de Eduardo Haro Ibars, Los pasos del caído. Fue el primer lector del original: “Te ha quedado muy bien”, manifestó. Eduardo y Mariano en un tiempo fueron inseparables; me atrevo a decir que fueron los primeros beatniks españoles, los primeros underground, aunque si este viviera me tacharía esta última frase. Teníamos un amigo en común, Juan Cueto, y éramos vecinos en las páginas de Los Cuadernos del Norte. Junto a su dilecto Antonio Escohotado —testigo de su boda con María en Los Jerónimos allá por el remoto 1967; ambos de imponente chaqué—, Mariano sabía mucho de sustancias psicodélicas (a él le gustaba más el término psiquedélico), las probó todas con suma inteligencia y supo salir del caballo a tiempo, pues sus obligaciones paternas y laborales en la editorial Júcar, donde trabajó con su admirado José Manuel Caballero Bonald, no le permitían ciertos desvaríos, como los que acabaron con su siempre cercano Eduardo a la temprana edad de cuarenta años.